
Chagual: tesoro del Maule
El chagual (Puya chilensis) es una planta nativa de Chile, parte de la familia de las bromelias y pariente cercana de la piña. Crece naturalmente entre la ladera sur del río Choapa y la ribera norte del Biobío, y se distingue por sus hojas largas y espinosas que recuerdan a la corona de una piña. La palabra puya proviene del mapudungún y significa “punta” o “púa”, aludiendo a los bordes afilados de sus hojas, mientras que chagual viene del quechua ch’ahuar o ch’auwar, que significa “estopa” o “cerda”, probablemente por la fibra que se obtenía de sus hojas para hacer cuerdas o hilos. En la región del Maule se reconocen cuatro tipos de chagual según su hábitat: los de riscos sin tierra, prácticamente no comestibles porque carecen de sustrato; los de cerro, expuestos al sol del nororiente o norponiente; los de monte, que crecen en combinación con bosque esclerófilo; y los de quebrada junto a bosque nativo, los más tiernos y menos expuestos al sol. Existen distintas puyas con flores muy características: algunas, como Puya chilensis, Puya boliviensis y Puya gilmartiniae, tienen ramitas en el escapo floral que permiten a aves como tordos, tencas o mirlos posarse para tomar el néctar; otras, como Puya venusta o el grupo cerúleas, no tienen esas ramitas pero muestran flores densas en tonos azules o rojos. La Puya chilensis tiene flores verde amarillentas sobre espigas que pueden superar los dos metros de altura, alcanzando incluso 3,5 metros, con cápsulas que contienen semillas aladas; la Puya boliviensis desarrolla pétalos amarillos en tallos de hasta dos metros; y la Puya venusta luce flores azules agrupadas en espigas terminales.
En estado silvestre, el chagual tarda un mínimo de cinco años en producir su piña, mientras que en cultivo controlado se busca que alcance hasta dos kilos en solo tres años, lo que permite diferenciar el producto cultivado del extraído en el cerro y así proteger las poblaciones naturales. Su recolección está regulada por la Ley N.º 20.283 y sólo se permite con autorización del SAG y un plan de manejo aprobado.
En el Maule, especialmente en la zona de Chanco, el chagual encuentra un hábitat privilegiado: suelos profundos, agua superficial y un clima ideal que evita los extremos de calor y frío, ampliando la temporada de crecimiento. Allí se han desarrollado ensayos innovadores, como los camellones frutilleros donde se intercalan frutillas y chaguales, permitiendo que el agricultor aproveche los dos primeros años del terreno con un cultivo rentable mientras el chagual madura. En Vichuquén ya se experimenta con una plantación de 20.000 individuos regados por aspersión, lo que permite mantener hidratadas las plantas y extender la temporada de cosecha de agosto a diciembre.
El chagual también ha sido parte de la historia agrícola del Maule. En los años 90, en Cauquenes, el investigador Arturo Lavín incentivó sus primeros cultivos aplicando modelos de plantación que hoy, más de 35 años después, se siguen utilizando. Existen tres formas de cultivarlo: a 1×1 metro, donde se consumen las plantas madres a partir del tercer año; a 3×3 metros, que permite cosechar los hijuelos al quinto año; y a 10×10, un sistema más ornamental donde la planta puede desplegar todo su esplendor. Hoy se evalúa un proyecto que busca incorporarlo en cercos vivos, capaces de proteger terrenos y aportar alimento.
Aunque su aporte nutricional es principalmente fibra, el chagual tiene un lugar especial en la cocina tradicional del Maule. Es protagonista de la ensalada talquina, que combina chagual con aceitunas sajadas, huevo de campo, cilantro y limoneta, y también se utiliza en empanadas donde se mezcla con el pino para aportar textura y sabor. Cada persona lo pica de manera distinta, con cuchillo o mandolina, lo que genera matices en su textura, a tal punto que en una cata ciega se pueden reconocer las diferencias de las distintas manos. Su consumo presenta desafíos: es una planta delicada que una vez picada no dura más de tres días en agua, y los rendimientos actuales apenas alcanzan un 15%, por lo que se busca mejorar sus tiempos de crecimiento y su productividad.
Más allá de la mesa, el chagual es versátil: sus hojas pueden usarse para fabricar papel gracias a su fibra y, después de la cosecha, sirve como forraje ensilado para ovejas. El proyecto busca plantar un millón de piñas distribuidas en tres frentes: 500 mil en quebradas costeras, 100 kilómetros de cercos vivos y 30 hectáreas de cultivo, con avances ya concretos como las 2 hectáreas ya plantadas en la Viña Gilmore.
La investigación también avanza hacia la ciencia aplicada. La investigación también avanza hacia la ciencia aplicada. En el Maule se ha clonado una variedad que denominamos Puyamaulensis, con piñas más alargadas, tiernas y hojas rectas, y se trabaja junto al CCHEN (Comisión Chilena de Energía Nuclear) en el uso de técnicas nucleares para acelerar el crecimiento, mejorar su rendimiento como ensalada, hacerla resistente a la sequía y eliminar las espinas. El objetivo es obtener un individuo óptimo que pueda reproducirse y distribuirse a gran escala, asegurando su disponibilidad sin afectar las poblaciones silvestres. Para lograr un individuo reproducible por semilla, se requiere esperar al menos cuatro generaciones, y cada generación demanda un período mínimo de cinco años.
El chagual es patrimonio natural y cultural del Maule, un puente entre la biodiversidad y la mesa, entre la tradición y la innovación. Su conservación y cultivo aseguran que futuras generaciones puedan seguir disfrutando de su floración imponente, de sus múltiples usos y de los sabores que aporta a la cocina local, al mismo tiempo que mantienen viva una tradición profundamente arraigada en la identidad de la región.