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27 noviembre, 2024

La Jaiba

En la Caleta de Pellines, a 15 kilómetros al sur de Constitución, la costa ofrece varias especies de jaiba: mora, peluda, reina y la conocida remadora. La diversidad es biológica, y también operacional. La remadora se captura con redes, mientras que la mora, la peluda y la reina se atrapan con trampas cebadas con cabezas de pescado o mediante buceo. “A nivel nacional hay siete especies de jaibas comerciales. En el Maule, la principal, por desembarque y consumo, es la jaiba remadora”, dice Andrés Olguín Ibacache, biólogo marino y magíster en gestión de recursos acuáticos.

​“La remadora vive en fondos blandos, principalmente arena, entre 30 ó 70 metros de profundidad. La peluda y la mora prefieren fondos rocosos o de arenilla más gruesa. Otras, como la limón, la paco y la marmola, también van por fondos blandos, pero a mayor profundidad”, señala Olguín.

En el país están autorizados dos sistemas para extraer jaibas, el buceo, ya sea semiautónomo o en apnea, y el sistema de trampas. “En el Maule se trae la remadora con redes, y eso no está autorizado a nivel nacional porque no es selectivo”, explica Andrés Olguín Ibacache, biólogo marino y magíster en gestión de recursos acuáticos. Con redes cae de todo, hembras incluso con huevos y ejemplares bajo talla sexual. “Para la remadora la única protección legal vigente es la prohibición de extraer hembras. No hay una talla mínima establecida como en otras especies. Aun así, la talla sexual se ubica más o menos en 50 milímetros de ancho cefalotorácico”, agrega Olguín.

El dimorfismo sexual permite identificar en la cubierta ventral la diferencia entre machos y hembras. “En los machos el abdomen es en forma de lanza. En las hembras es más ancho y ovalado. Necesitan ese espacio porque allí albergan la masa de huevos en época reproductiva”, detalla Olguín.

La estacionalidad también manda. La mayor cantidad de hembras con huevos aparece en primavera y verano. “Sería clave protegerlas en ese periodo y eliminar el uso de redes para jaiba remadora porque el daño sobre la población es alto”, comenta Olguín.

Para quien compra en caleta, la oferta cambia según la especie. La remadora se vende viva, cruda o cocida, lista para consumo. La mora, la peluda y la reina se comercializan crudas o cocidas. En todos los casos, la cadena corta entre pescador y visitante asegura frescura y trazabilidad territorial.

Un dato útil para la cocina. Al entrar en la olla, las jaibas cambian de color por la astaxantina, un pigmento que en vida está unido a proteínas del caparazón y se ve azulado o grisáceo. Con el calor esas proteínas se desnaturalizan, la astaxantina se libera y aparece el rojo anaranjado típico del plato final.


El equilibrio entre mesa y mar depende de decisiones concretas. Seleccionar artes de pesca que reduzcan la captura incidental, respetar la prohibición de extraer hembras y concentrar esfuerzos de protección en primavera y verano. “La remadora es el recurso principal en el Maule. Si queremos que lo siga siendo, las buenas prácticas no son un discurso, son el mínimo”, concluye Olguín.