
Corvina
Cuando octubre comienza a despedirse, llega la corvina a la costa del Maule. Los pescadores saben bien dónde buscarla. “A mediados de octubre, por ahí a fines, empieza a llegar la corvina a la desembocadura en la parte norte”, cuenta Jaña con la certeza que da la experiencia.
El recorrido es conocido. Primero se concentran en el plástico, cerca de la desembocadura del río. Ahí se alimentan, para luego “salir corriendo hacia el sur” seguidas de botes y redes. La ruta tiene paradas fijas: Puya, la segunda playa, Calabocillos, la zona de Chanchito. “En Puya para allá deben tener comederos por ahí”, agrega Marcelo Jaña.
El tamaño ideal para llevar a la mesa es de unos tres kilos. Más grandes, la carne cambia de sabor. Sin embargo, las anécdotas abundan. “Yo vi una de 25 kilos, que un compadre sacó de la cola. Medía un metro 17, solo en huevos pesaba como kilo y medio. Pero la carne era distinta, más amarga”, recuerda Jaña.
La cocina también conserva tradiciones. “Mi bisabuela decía que antes las corvinas las hacían enteras, las abrían, les ponían queso oreado y hojas verdes, las amarraban y las horneaban en barro, pintadas con manteca”. Hoy, esas recetas conviven con versiones actuales: “Una vez comí donde el Beto Suazo, en Las Cañas, una corvina rellena con longaniza ahumada. Quedaba espectacular”, recomienda Marcelo Jaña.
La pesca de la corvina es incertidumbre. “La corvina es aventurera, hay años que llegan y otros que no. Y se nos hace que este año van a llegar porque las aguas del mar andan turbias”, dice Mirella Muñoz.
El saber de la zona cuenta que los 15 de enero desova la anchoveta, y ese fenómeno se le llama la Candelaria. Aparece la anchoveta, que llena la playa y la deja de color plateado. Detrás vienen los jureles, y detrás de los jureles llegan las corvinas. Entonces las olas se cargan de peces y la gente se mete muy cerquita de la orilla, entremedio de las olas, para agarrar las corvinas.
