
Cyttaria espinosae, memoria viva del bosque
Cuando los robles del Maule comienzan a vestirse de brotes tiernos en primavera, entre sus ramas aparece un "fruto" inesperado, como pequeñas esferas, la Cyttaria espinosae, conocido popularmente como digüeñe, dihueñe, liwén, ligüeñe, quideñe... El nombre común puede variar, pero todos ellos son igual de válidos. No es un fruto, en realidad es un hongo que vive íntimamente ligado a nuestros bosques de Nothofagus. Para la gente del Maule ha sido, desde siempre, un regalo estacional y un alimento cargado de historia.
La tradición de salir a recolectar digüeñes atraviesa generaciones. Las familias recorren los bosques con varas largas, alcanzando estos hongos. Es un acto que refuerza vínculos comunitarios y transmite saberes: cómo distinguir los mejores ejemplares, cómo cosechar sin dañar el árbol, cómo prepararlos frescos en ensalada o en otras preparaciones que saben a hogar.
En el Maule, esta práctica no es menor: en comunas como Empedrado, Cauquenes, San clemente o Linares, la recolección del digüeñe es una costumbre arraigada y un aporte concreto a la economía doméstica. El hongo se consume, se comparte, se vende en ferias y mercados locales como es costumbre con la característica medida, el vaso.
Al final, no es más que la soberanía alimentaria de la gente del Maule, la capacidad de las comunidades para proveerse de alimentos nutritivos, tradicionales y culturalmente significativos, sin depender enteramente de mercados externos.
El digüeñe, con su textura gelatinosa y sabor delicadamente dulce, ofrece infinitas posibilidades: desde ensaladas frescas hasta conservas y mermeladas, pasando por escabeches y deshidratados. Alrededor de él se abre un campo fértil para la innovación micogastronómica, que permite dar valor agregado a la recolección y asegurar que este recurso permanezca en manos de quienes lo han cuidado por siglos.

Pero en el Maule no sólo se conoce la Cyttaria espinosae. En sus bosques se han encontrado otras especies del género, como C. berteroi, pinatra, que crece en los hualos y hualles como el digüeñe pero es más grandes generalmente y de forma arriñonada, además de tener un sabor más dulce. En noviembre en los coihue aparecen las los llaollao, C. hariotii, la cual es más naranja que el digüeñe, no se consideran comestible ya que puede llegar a embriagar debido a que fermenta, pero el pueblo mapuche aprovecho este hecho para hacer chicha con este hongo. La última de las Cyttaria que podemos encontrar en nuestra región es el mohoso del coihue, C. johowii, es difícil de encontrar y al parecer, no tiene muy buen sabor.
Lo importante es que estas diferencias enriquecen la diversidad micológica de la región y muestran cómo cada especie se relaciona con los árboles que habita y con las comunidades que la aprovechan.
Hablar del digüeñe es hablar de patrimonio cultural. No se trata solo de un hongo, sino de un puente entre naturaleza y cultura, entre el pasado y el futuro. Cuidar su recolección, evitando romper ramas, promoviendo su venta justa y mostrando cómo cocinarlo, es también cuidar la memoria del Maule.
El digüeñe nos recuerda que el bosque no es sólo paisaje: es despensa, es conocimiento y es hogar. Y que en cada hongo que brota en primavera late una oportunidad para reencontrarnos con la tierra y con la comunidad.