
Ají seco
En Palmilla, en la Región del Maule, el ají es parte de la identidad de la comunidad campesina. Desde hace más de siete décadas, las familias han perfeccionado una técnica única: el ahumado en zarandas. “La tradición está viva porque ha pasado de generación en generación, y todavía hoy son muchas las familias que siguen cultivando y ahumando ají”, explica Ximena Quiñones, Ingeniera Agrónoma, Doctora en Economía Agroalimentaria y del Medio Ambiente.
La técnica nació como respuesta a las pérdidas que provocaba el secado al sol. Los campesinos adaptaron rejillas de coligüe usadas en la vinificación y construyeron estructuras para deshidratar el ají con humo. Así lograron un producto estable, con aroma y sabor distintivos. “El ahumado le dio carácter propio al ají de Palmilla, una marca que lo diferencia y que hoy es reconocida en ferias y cocinas de todo el país”, comenta Ximena.
El cultivo se centra en variedades como el mexicano, el cacho de cabra y mezclas de ambos, con rendimientos que oscilan entre 10 y 16 toneladas por hectárea en promedio. Su destino es variado: se vende en ferias mayoristas, se transforma en merquén y llega a restaurantes que valoran el sabor ahumado que no se encuentra en otras zonas.
Para Ximena Quiñones, el valor del ají va más allá de la economía: “Es un saber colectivo, ligado a la memoria campesina. Lo que está en juego no es solo un producto agrícola, es una forma de vida y de organización comunitaria”. De hecho, casi 50 familias siguen vinculadas al oficio, manteniendo viva la transmisión de conocimientos y fortaleciendo la identidad local.
El desafío hoy es doble: preservar la tierra apta para el cultivo y motivar a las nuevas generaciones. “Los riesgos existen, pero también hay una oportunidad enorme si logramos que el ají de Palmilla sea reconocido como patrimonio. Eso abriría puertas para proteger la tradición y darle un futuro sostenible”, afirma Quiñones.
El ají seco de Palmilla es el resultado del ingenio campesino, del trabajo familiar y de la memoria viva que busca su justo lugar como patrimonio cultural de Chile.