
Las tortillas de rescoldo
Es uno de los panes más antiguos y sabrosos de Chile. Se prepara con harina, leche o agua caliente, sal y grasa de cerdo. El secreto está en la cocción: la masa se cubre con brasas y cenizas calientes de un fuego hecho con leña de monte nativo o frutal. El resultado es una corteza tostada con un interior húmedo y lleno de sabor.
Su origen se remonta a la tradición hispana del “pan subcinericio”, cocido bajo cenizas en tiempos en que no se contaba con horno. En Chile, la costumbre se extendió por la cordillera, el valle y la costa, convirtiéndose en un clásico de caminos y ferias rurales. Es común verla en canastos cubiertos con un paño de algodón, lista para acompañar un asado o cualquier encuentro comunitario.
Hacer una tortilla de rescoldo exige paciencia y fuerza: amasar, prender el fuego, esperar las brasas y cuidar que la mezcla de cenizas y calor cocine parejo. No es casualidad que se considere un trabajo duro, pero el sabor compensa. Al momento de servirla, se corta en rebanadas finas con cuchillo, una tarea algo difícil por la firmeza de la masa recién salida del rescoldo.